Convocatoria N.º 6
Metamorfosis del viaje
El N.º 6 de la Revista se propone explorar y destacar las distintas dimensiones del viaje, considerando sus múltiples significados y matices en diversos contextos y experiencias no equivalentes, como la vivencia interior, el encuentro, la peregrinación, el exilio, la diáspora, el desarraigo, el turismo y la migración. El viaje puede vincularse con la elección y el ámbito del placer en un extremo y, en el otro, con el sufrimiento y el dolor del migrante cuando la experiencia es padecida.
Comencemos por el sentido más radiante del viaje: el de la acción voluntaria, una experiencia de renovación y transformación personal, pero también una condición electiva para practicar una ética del encuentro. Eric J. Leed (1992) ha captado las transformaciones de la existencia social en el viaje, donde retoma una reflexión antigua basada en la premisa de que no hay un "yo" sin un "otro", y que la identidad se forma mediante un proceso de reflejos, espejos y reconocimiento mutuo. Ya sea en viajes reales o imaginarios, el encuentro con el otro puede darse en el plano interior, cruzando la línea de sombra, esas barreras erigidas para custodiar recuerdos reprimidos o emociones y deseos ocultos.
Más allá del encuentro con la alteridad, el campo semántico que abarca la esfera del viaje también concierne a las fronteras y límites, y con ellos, al acto de cruzarlos o transgredirlos. Al hablar de "fronteras", nos referimos a ellas como entidades históricas y políticas, "lugares donde la dialéctica y el enfrentamiento con el extranjero, así como la comunicación entre civilizaciones, se renegocian periódicamente" (Balibar, 2004).
Continuando con esta dimensión luminosa del viaje, resulta estimulante la invitación de James Clifford a "repensar las culturas como sitios de residencia y viaje" (Clifford, 1999: 45), a través de prácticas de cruce, tácticas de traducción y múltiples experiencias de pertenencia. No debe olvidarse la necesidad de estabilidad del exiliado; en su obra Strade, Clifford reflexiona sobre los conceptos de caminos y raíces como metáforas de dos modalidades existenciales que no deben oponerse jerárquicamente, sino relacionarse, difuminando los límites que las dividen mediante dos frases que invitan a subvertir las oposiciones binarias: "viajar en la residencia" y "residir en el viaje" (Clifford, 1999: 50-51). Ampliando el discurso, sugiere abordar los conceptos de cultura, tradición e identidad en términos de relaciones de viaje, al tiempo que se practican formas no absolutistas de ciudadanía mediante conexiones con múltiples lugares (Clifford, 1999: 18).
El viaje es también una experiencia interior, un ir y venir entre la memoria y la imaginación, así como la escritura documental o ficcional, el relato de una experiencia realizada en tierra o mar, o un viaje imaginario por los espacios del cosmos. Estas experiencias adoptan la forma de textos descriptivos en geografía, historia y antropología, al tiempo que difunden narrativas autobiográficas realistas, viajes imaginarios o alegóricos y crónicas de descubrimiento. Avanzando un poco más, la dimensión del viaje se convierte en una experiencia educativa, entrelazada con el paisaje y su contemplación estética (Di Profio, 2018), pero también con el otro gran tema: el encuentro con el otro y con el "allí". En la "literatura emergente" (Taddeo, 2023), desde la literatura de la emigración hasta el nomadismo literario (De Lucia, 2017: 1-187), a menudo asistimos a una mutación del viaje que se presenta como una epifanía del espíritu al cruzar fronteras mentales y geográficas, culturas y lenguas.
Es cierto que, en sus orígenes, el viaje se presenta como la descripción de una experiencia que inicialmente fue un privilegio masculino (Frediani, 2012: 99-109); sin embargo, en los últimos años, varios estudios se han centrado en las narrativas de viaje de mujeres, destacando sus diferencias, como la cuestión del yo en contacto con la diversidad: vivida y narrada como prueba y fortalecimiento de la identidad por los viajeros varones, y como deconstrucción y búsqueda de sí mismas por las viajeras (Monticelli, 2000: 116; Ulivieri-Pace, 2012; Perosino, 2012: 5-76). Aquí, el viaje geográfico se entrelaza con la historia y el pasado colonial, transfigurado de manera igualmente problemática y política en formas de reescritura poscolonial, contrahistoria o novela neohistórica (Chambers-Curti, 1996; Piga Bruni, 2018: 54).
El viaje, como aventura, como partida del universo, no puede dejar de evocar el turismo. A lo largo de la historia, la imagen de un mundo lejano ha sido recurrente en la literatura geográfica y de viajes, sirviendo para definir al otro por oposición a "nosotros", ya sea para identificar un mundo utópico que contraste con la corrupción del entorno original, o para señalar lo diferente y así justificar las estructuras y relaciones de poder existentes en la sociedad. La etimología del término "turismo" lleva implícita la idea de movimiento circular. Un tour no es solo desplazamiento, sino un viaje con etapas y un regreso al punto de partida (Leiper, 1983). El turismo implica el movimiento temporal de seres humanos, distinto del simple viaje o la reubicación permanente. Hoy, la industria global del "viaje y turismo" abarca todas las actividades y servicios relacionados con el traslado temporal de personas desde su residencia habitual a otros lugares, por motivos como el ocio, la cultura, la salud, el deporte y más (Hall et al., 2015). Pese a la fría definición técnico-económica, el viaje conserva un significado metafórico en muchas dimensiones, incluyendo el caso extremo que refiere a la muerte como el último viaje del cuerpo. El viaje siempre implica el riesgo y la angustia de la muerte, pero también señala el camino hacia la salud, la riqueza y la sabiduría. La triple definición de los beneficios que pueden obtenerse —materiales, intelectuales o comerciales— triangula así el objeto como una zona de pérdida o ganancia potencial (Van Den Abbeele, 1991).
Desde la perspectiva de las pérdidas, el turismo excesivo conlleva el riesgo de muerte para los destinos donde el encuentro entre residentes y turistas se convierte en una alianza perversa entre malos agentes, y donde gobernarlo requiere una alianza virtuosa entre la ética y una economía orientada hacia la sostenibilidad geográfica de los espacios turísticos.
Finalmente, el viaje es también exilio, desarraigo, donde las personas se desplazan debido a fuertes presiones existenciales, políticas y económicas. En este sentido, el viaje es una elección determinada por las condiciones materiales de existencia, ligada a la necesidad, el exilio y la huida, resultado de razones externas a la voluntad del sujeto viajero. Eric J. Leed (1992: 324) subraya esto al observar que los beneficios y transformaciones del viaje surgen de una pérdida. Junto a esto, otros procesos que marcan la experiencia son la separación y el distanciamiento, que pueden evaluarse negativa o positivamente, pero se relacionan con una vivencia donde el enriquecimiento y la transformación del yo están precedidos por una fase de purificación y liberación del viajero. El desarraigo cultural inherente a la partida está en la raíz del sentimiento de desapego y alienación que puede experimentarse durante el tránsito, donde el viajero observa relaciones, lenguas, costumbres y prácticas desde una posición externa y móvil (Leed, 1992: 325).
Frente a quienes atraviesan migraciones forzadas, el operador transcultural de cuidado y educación del nuevo milenio debe estar dispuesto a emprender viajes a través del otro, a transitar lugares mentales y geográficos, y a acompañar personas y sufrimientos (Ancora, 2017: 188-196). Un passeur, capaz de cruzar tanto fronteras externas como internas, listo para traspasar ese "más allá" donde nuevas adquisiciones de conocimiento y relaciones son posibles. Entre percepciones, narrativas y biografías singulares, y reconstrucciones y experiencias colectivas, donde la conciencia y los recuerdos se convierten en nuevas plataformas comunes de deconstrucción y búsqueda de sí, así como en un "nosotros" relacional para habitar con renovada reciprocidad (Glissant, 1990).
Hablar de una dimensión real o metafórica, entre odisea y epifanía, del viaje, es captar el valor antropológico, pedagógico, etnográfico, geográfico, histórico, literario y psicológico de los cruces entre ciencias que la Revista fomenta. En particular, la Revista acoge contribuciones que exploren las siguientes líneas de investigación:
- Prácticas de acogida y cuidado que propicien un "espacio biográfico" donde narrarse al final de un viaje, especialmente cuando este ha sido padecido.
- El viaje como metáfora educativa: un análisis de cómo el viaje puede representar un camino de crecimiento personal y profesional desde el nacimiento (lifelong learning).
- Prácticas pedagógicas vinculadas al viaje: experiencias educativas que incorporan el viaje físico o metafórico como método de enseñanza.
- El viaje en las prácticas narrativas de género.
- El viaje como ocasión de formación en la tradición del Bildungsroman.
- El viaje como encuentro con el otro y lo ajeno, adquiriendo otras miradas, renovando la perspectiva y abriéndose a otras formas de pensar y estar en el mundo.
- El viaje como experiencia de desorientación y salida del universo familiar, que lleva a un enfrentamiento con la alteridad y a la redefinición de la propia identidad.
- El viaje y el turismo como fenómenos sociales.
- Fenómenos lingüísticos de interés en la literatura migrante y nómada: préstamos, contaminaciones, interferencias, criollización, con implicaciones educativas para la formación.
Bibliografía
Ancora A., Verso una cultura dell’incontro, studi per una terapia transculturale, FrancoAngeli, Milano, 2017.
Balibar E., Noi, cittadini d’Europa? Le frontiere, lo stato, il popolo. tr. it. Manifestolibri, Roma, 2004.
Ceserani R., Io, l’altro e lo straniero, in P. Boitani e M. Fusillo (a cura di), Letteratura Europea, Grandi temi. Torino, UTET, 2014, vol. III.
Chambers I., Curti, L. (eds.), The Post-colonial Question: Common Skies, Divided Horizons, Londo, Routledge; tr. it. La questione postcoloniale : cieli comuni, orizzonti divisi, Liguori Napoli, 1996.
Clifford J., Routes: Travel and Translation in the Late Twentieth Century, Harvard University Press, 1997: tr. it.
Strade. Viaggio e traduzione alla fine del Secolo Ventesimo, Bollati Boringhieri, Milano, 1999.
Curti L., La voce dell’altra. Scritture ibride tra femminismo e postcoloniale, Meltemi, Milano, 2018, pp. 10-236.
De Lucia S., (a cura di), Scrittrici Nomadi. Passare i confini tra lingue e culture. Sapienza Editrice Universitaria, Roma, 2017.
Di Profio L., Il viaggio di formazione: fra l’estetica dei paesaggi e l’estetica del sé. Mimesis, Milano, 2018.
Frediani F., Raccontare il viaggio. Prospettive di genere, in L. Marfè, Sulle strade del viaggio. Nuovi orizzonti tra letteratura e antropologia, Mimesis Milano 2012, pp. 99-109.
Glissant, E., Poetica della relazione, Gallimard, Parigi, 1990.
Hall C. M., Gössling S., Scott, D. (Eds.), The Routledge handbook of tourism and sustainability, Routledge, Abingdon, 2015.
Leed, Eric J., The Mond of the Traveler. From Gilgamesh to Global Tourism, Basic Books, New Yorik, 1991; tr. it. La mente del viaggiatore: dall’Odissea al turismo globale, tr. it. E. Joy Mannucci, Bologna, Il Mulino, 1992.
Leiper N., An etymology of “tourism”. In «Annals of tourism research» 10(2), 277-280, 1983.
Monticelli R., Lo stupore della differenza: Anna Jameson e la tradizione del racconto di viaggio, Pàtron, Bologna, 2000.
Piga Bruni E., La lotta e il negativo. Sul romanzo storico contemporaneo, Mimesis, Milano, 2018.
Perosino M., Io viaggio da sola Einaudi, Torino, 2012.
Taddeo R., Letteratura nascente, 2023, open access.
Ulivieri S., Pace R., Il viaggio al femminile come itinerario di formazione identitaria, FrancoAngeli, Milano, 2012.
Van Den Abbeele G., Travel as metaphor: from Montaigne to Rousseau. University of Minnesota Press, Minnesota, 1991.
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